jueves, 3 de diciembre de 2009

Democracia de farándula

En México se han venido dando cambios en cuanto a la manera de hacer política, pero todo va para peor. Esto se ha hecho más evidente desde la campaña en el 2000 del ex Presidente Vicente Fox Quesada. Como “candidato del cambio” por parte del Partido Acción Nacional (PAN), Fox comenzó a crear polémica desde su destape el 2 de julio de 1998, dos años antes de las elecciones presidenciales. Generalmente, las campañas empezaban nueve o diez meses antes de la votación, después de que el PRI, pater familias, descubriera a su candidato. Por lo tanto, con esta anticipación al revelar sus intenciones, Fox rompió con la regla implícita, urgiendo a los demás partidos a comenzar la corrida.

Pero no sólo eso, el ex presidente accedió a  asistir a programas cómicos de televisión, como Otro Rollo, conducido por Adal Ramones, y Derbez en cuando, del comediante Eugenio Derbez. Esta estrategia le funcionó muy bien para romper el hielo y la imagen seria y rígida del régimen priista, asociada con la corrupción, y posicionarse en la mente de los votantes al hacerse publicidad, estampando el ideario mexicano con el sello personal de su bígote y sus botas.

De esta manera, Fox marcó un hito para la comunicación política mexicana, dando pie a la guerra sucia que se desarrolló durante la campaña de 2006 entre Felipe Calderón Hinojosa – en ese entonces candidato por el PAN – y Andrés Manuel Lopez Obrador (PRD), y a la publicidad camuflada que hoy en día denuncia el periodista Genaro Villamil. Como afirma este último, la propaganda disfrazada de chisme, entretenimiento o noticia, tiene severas repercusiones para la democracia, ya que manipula la percepción del público, su opinión, y posiciona a un candidato virtual antes del tiempo oficial de campaña, creándole ventaja y, por ende, dando pie a una competencia injusta.

 El uso de spots y propaganda política en los que actores de televisión apoyan a algún candidato o partido, la cobertura mediática de eventos sociales que no tienen verdadera trascendencia nacional y a los que asisten funcionarios públicos, y la aparición de estos mismos individuos, ya sea directa o indirectamente, en programas televisivos y revistas de entretenimiento, son fenómenos de actualidad que evidencian la depravación de la comunicación política y de la figura pública.

Por lo mismo, en aras de mantener o permitir la democracia, se le han echo enmiendas a ley que pretenden mantener la imparcialidad de los comicios.  La reforma electoral, no obstante, tiene huecos y fugas que permiten la existencia de propaganda enmascarada, pagada incluso con el erario público. 

Quizá algunos políticos quieren emular el estilo norteamericano, tratando de dar la talla de figurines mediáticos como Barack Obama o el gobernador Arnold Schwarzenegger. Como sea, lanzarse al estrellato después de hacer política, o inmiscuirse en la política después de planchar la alfombra roja se esté volviendo la nueva receta del éxito. La democracia está directamente relacionada y se ve amenazada por estos nuevos acontecimientos, por lo que hay que dejar el dedo en el renglón y permanecer críticos ante lo que pueda ocurrir más adelante.