martes, 20 de abril de 2010

La Idea del Rompimiento

Se debe devastar con fuego para fertilizar con la ceniza. Chema propone una dialéctica literaria, un ouroboros –serpiente-símbolo de la lucha eterna que se devora a sí misma para permitir el flujo de la savia- que sugiere un método que nunca termina: Se labra un nuevo proyecto porque todo debe permanecer en vibración, porque la calma del charco implica su estancamiento, que implica su podredumbre. La literatura debe fluir como el río, oxigenando las arterias que desembocan en el cerebro social.

Pero más que de una literatura, Chema habla del destino del ser humano, de la inexorabilidad de la guerra incesante como un laberinto que es el universo entero y la existencia, que no permite escapatoria alguna más que seguir remando para no empantanarse. El sentimiento es de motivación, pero también de angustia a causa de la fatalidad que propone el argumento, de ansiedad ante esa condena de ratón en redondel. En este contexto, que tiene más que ver con una filosofía o una percepción del cosmos, el Crack es sólo un paso en un camino infinito, sin embargo, el rompimiento que propone es el motor del cambio que propulsa a este sistema revolucionario de régimen golpista, que surge de la juventud en contra de los cánones que rápidamente quedan obsoletos y gangrenan el néctar de la vida. Esa juventud algún día será vejez y tendrá que marcharse. Sólo a veces permanecerá una sombra.

En otros tiempos se imaginó la paz, la unión como el éxtasis espiritual que es eterno y plenamente satisfactorio. Ese orgasmo permanente implica el rompimiento del ciclo autodestructivoautocreativo también- del ouroboros, cuando el río se vierte finalmente en el océano. Ese instante absoluto en el que todo está completo, Chema no lo contempla en su visión de la realidad, quizás porque en nuestra literatura se revela como una simple cuestión de fe.

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