jueves, 22 de octubre de 2009

La Capacidad del Leviatán

Hace unos días, mientras me ejercitaba en la alberca del gimnasio, conocí a un individuo asaz competitivo. Casualmente, el hombre se zambulló en el carril continuo, y yo, bastante iluso, quise seguirle el paso. Como normalmente me mido con ancianos o adultos aficionados, y con los del equipo de natación mejor ni me meto, ya me sentía macho tritón cuando aquel sujeto metió el acelerador. Pretendí alcanzarlo: apreté la brazada, pataleé hasta que casi cojo un calambre e incluso intenté aventajar en el impulso, pero comprendí la ridiculez de mi aspiración a los tempranos cincuenta metros.

Decidí tomar un descanso y, en una de esas, dejando la “rivalidad” a un lado, le extendí un saludo al nadador. Resulta que estaba entrenándose para el Tercer Campeonato Panamericano Master de Aguas Abiertas y de Natación, que tendrá sede en la ciudad de Veracruz. ¡Ya decía yo que chapoteaba recio el muchacho! Como sea, después de presentarnos, correspondiendo a mi curiosidad, me contó un poco de su vida.

Tiene veintiséis años y es Director de Logística para una empresa azulejera del Estado de Morelos. Y aquí es donde entramos al meollo del relato, porque dicha empresa es la única productora y exportadora de mosaico que opera a gran escala en toda Latinoamérica. Como se hace evidente en este marco festivo, ocasión del crecimiento de la economía china mientras al resto del mundo le pega la crisis, la razón de su unicidad es ésta: La potencia asiática, como en muchas otras industrias, domina el mercado del recubrimiento de superficies.

Pero, “¿cómo le hacen?”, le pregunté al compañero ingenuamente. Tres puntos fueron los que enumeró como causas de la exitosa invasión amarilla: Primero, el gobierno de China no le cobra la materia prima a los azulejeros; número dos, los chinos investigan en bloque y comparten los resultados con toda la industria; y número tres, la fuerza obrera es explotada y exprimida hasta la gota final.

En cuanto a este último punto, según me comentaba mi nuevo amigo, los asiáticos trabajan una jornada de 14 horas por un dólar; es decir, unos 14 pesos. Además de que firman para laborar siete días a la semana, siete semanas seguidas, y producen el mosaico durante su viaje en un gigantesco buque manufacturero.

Pero eso no es todo, encima de esos excesos, la mercancia viene subsidiada, y el Gobierno Federal ha despejado el camino de aranceles para que los masiosares desembarquen más a gusto en costas mexicanas. Por eso, no se sorprendan si el leviatán de los ojos rasgados aumenta su barriga un 8.9% cuando se supone que es época de apretar los cinturones.

Yo sólo me pregunto, ¿Cuánto más podrán aguantar nuestros charales en esta competencia de aguas abiertas contra el Moby Dick de las exportaciones? No lo se, pero a mi me gustaría ver el día en que no levante cualquier cháchara para ver unas letritas que digan “hecho en China”. Es tiempo de conciencia. Ninguna empresa mexicana puede competir con semejante mutante del comercio y, al paso que vamos, si no apoyamos a la industria nacional, va a haber más que eléctricistas desempleados manifestándose en las calles.

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lunes, 19 de octubre de 2009

La Deforestación del Hombre


En países desarrollados el desperdicio de alimentos se mide en toneladas diarias, mientras que en otras naciones la gente muere de inanición. Esta situación evidencia la mala repartición de recursos que existe en el mundo y, si no se toman cartas en el asunto, es seguro que en los años próximos la situación se volverá más crítica. El impacto ambiental que se deriva de la ideología consumista tiene consecuencias asoladoras para el medio ambiente.

El primero de estos países desperdiciadores es, como bien se sabe, Estados Unidos. Sin embargo, el recién electo presidente, Barack Obama, ha prometido enseñar a su pueblo una forma de vida más acorde a los tiempos. La tarea es titánica pero, por el bien de todos, esperemos que cumpla su palabra.

No obstante, la situación está en manos de cada mujer y hombre. Queda claro que la mayoría de nuestros problemas tienen sus raíces en nuestros malos hábitos, ya sean alimenticios, consumistas, éticos, etc. En el caso específico de la alimentación, el problema está en qué comemos, y no en cuánto comemos. Como ya se ha dado a conocer en algunos estudios, la principal fuente de deforestación y, por ende, de contaminación ambiental es la agricultura. Y el mayor porcentaje de tierras para siembra está dedicado al consumo de ganado.

Hace algunos años se realizó un análisis económico y ecológico acerca del costo de comer animales, como vacas y puercos: La contribución del ganado a la contaminación del agua supera más de diez veces a la de los humanos y más de tres a la de la industria. Asimismo, millones de hectáreas de selva y bosque son destruidos cada año cuando se convierten en tierra de pastoreo y en cultivos que se utilizan exclusivamente para engorda de animales. Mientras que más del 50 por ciento del agua del mundo se emplea en ganadería (para producir un kilo de carne son necesarios más de 20.000 litros de agua), la cantidad de alimento que produce dicha actividad no puede ni competir con la eficiencia que el consumo directo de granos tiene en cuanto a la producción de buen alimento para el hombre (para un kilo de trigo se necesitan únicamente 227 litros, y para un kilo de arroz 454 litros).

  Según dicha investigación, 125 toneladas de residuos tóxicos son originados por la industria cárnica cada segundo. Estos gases tóxicos, como el amoníaco, metano y dióxido de carbono contaminan los ríos y la atmósfera, modifican la capa de ozono y contribuyen al efecto invernadero. Aproximadamente, 300.000 km2 de selva tropical se destruyen cada año tan solo para crecer pastos para ganado. Viendo todo el panorama, un vegetariano está salvando 4.000 m2 de árboles al año.

Según la revista National Geographic, cerca del 20 por ciento  de la selva amazónica ha sido talada.  Esta cifra representa más que lo destruido en los 450 años de colonialismo europeo en Brasil. El impacto se suele encubrir bajo el hecho de que mucha de la tala de árboles en esta área es “selectiva”, lo cual hace que los daños sean más difíciles de observar que cuando se hace en claros a gran escala. Los científicos temen que un 20 por ciento adicional desaparezca en las próximas dos décadas. Si esto  pasa, el equilibrio natural del bosque se vería en graves problemas, ya que la selva produce la mitad de su propia lluvia a través de la humedad que libera en la atmósfera. Al eliminarse suficiente lluvia con la tala, los árboles restantes morirían de sequía. Los efectos de la deforestación son muy graves; dichas sequías, a su vez, ocasionan incendios masivos que arrasan con el bosque. Esto ya ocurrió en el Amazonas en 2005 y redujo los niveles de los ríos, afectando a cientos de comunidades. De este modo, Brasil, pulmón del mundo, se ha convertido en uno de los productores de gases de invernadero más grandes de la tierra. 

El caso del Amazonas es muy significativo por la importancia que dicha selva tiene en el mundo, no importa en que país vivamos. Hace algunos años, el gobierno de Matto Grosso, región amazónica, estuvo ostentado por Blairo Maggi, conocido como "O Rei da Soja" (el rey de la soya). Maggi es el dueño de la productora de soya más grande del mundo. Casualmente, las leyes de protección ambiental en la región de Matto Grosso no son tan estrictas como deberían ser. Maggi, aparte de ser un hombre de negocios, es un escéptico del calentamiento global y  no cree en la importancia y fragilidad de la región selvática.

El problema de la deforestación y la hambruna está ligado a las deficiencias del orden mundial; está directamente relacionado con la política, la economía y la elección de nuestros líderes; y tiene todo que ver con el desinterés y la negligencia que acechan al individuo común. La cuestión es de índole moral y de supervivencia, y crece con la necedad, la corrupción, y la distorsión de la moral y la ética. La evolución a un mundo saludable es responsabilidad de cada uno de nosotros, y juntos debemos condenar cualquier práctica que ponga en peligro el porvenir de las generaciones. 

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domingo, 18 de octubre de 2009

Bastardos sin gloria, una apologética de la venganza



¿Quentin Tarantino?... Su reputación le antecede. Con Tiempos Violentos (Pulp Fiction, 1994) se granjeó el Oscar al mejor director y mejor guión original, y en Cannes, la Palma de Oro. Asimismo, Perros de Reserva, Jackie Brown y Kill Bill llevan la firma de su estilo: El conjunto de un cine vehemente y detallista a punto de fetiche, humor negro y crueldad en abundancia. Tarantino es una marca registrada, es un carnicero que etiqueta cada una de sus reces con el sello de la violencia.
Bastardos sin gloria, la obra más reciente de este enfant terrible, no se aleja, siquiera un poco, de su torcida personalidad. Diferente a cualquier otra película de la Segunda Guerra Mundial, se estrenó en México el pasado viernes, 16 de octubre, para mostrar una versión alterada de la historia. La trama trata de un equipo de judíos vengadores liderado por el estereototipo de yankee redneck, el Teniente Aldo Rein (Brad Pitt). “Los Bastardos”, como se le conoce al grupo entre los soldados del reich, planean terminar con la guerra de una vez por todas al asesinar a los líderes de la Alemania fascista en una oportunidad sin precedentes.
Sin duda, una película inolvidable; pero no por innovadora o artística, sino por la violencia explícita a la que uno se ve expuesto durante 152 minutos. Craneos escalpados, cabezas molidas y caras desfiguradas, entre otras imágenes, son algunas de las agresiones que las autoridades decidieron categorizar como B15: apta para mayores de 15 años acompañados de sus padres. En otras palabras, según el arbitrio nacional, es una cinta para disfrutarse en familia.
Bastardos sin gloria es una superproducción más del cine comercial hollywoodense. La irreverencia le funcionó a Tarantino en sus comienzos, pero la fórmula ya perdió su frescura. La receta facilista, que equivale las ventas con la violencia o el sexo, no puede seguir funcionando. Cualquier realizador que se precie de amar el séptimo arte, de querer a su público, y que conozca el poderío del medio debería poner más atención e inteligencia a sus contenidos. No obstante, Tarantino se ha valido de la terapia de electroshock para dejar su huella.
Como la saga Kill Bill, Bastardos sin Gloria es una apologética de la venganza; la cual, a su vez, es una excusa de la violencia. ¿Cuánta gente querría ver a Hitler muerto? Seguramente bastantes personas que, como muchos mexicanos, después de una larga exposición a los medios han forjado una terrible valla de insensibilidad ante lo que pasa por sus ojos.
Por lo demás, la película se vale de lo irracional y pretende ser cómica, pero no deja de ser una grotesca banalización del sufrimiento. Las actuaciones de Pitt y Cristoph Waltz, que se desempeña como el villano de la historia, son muy convincentes, y el manejo de cámara es preciso. La realización de la película, en general, es superior, y la música crea un contraste bizarro que enriquece las escenas, aunque refuerza la premisa de que el director está siguiendo sus mismos patrones. Una vez más, Tarantino, como buen vendedor, encontró lo que la gente quiere desde hace tiempo y se lo ha dado. Algunos dicen catársis, yo creo que es simple y llano entretenimiento a la usanza gringa.

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